Cabaret: Un espectáculo cómodo sobre el mundo en decadencia

Por: Jorge Rodríguez

Hace un par de semanas regresé al Teatro de los Insurgentes, emocionado de dar inicio a un nuevo año teatral. Quería que mi primera obra del año fuera algo especial. Y si de experiencias especiales se trata, pocas hay como la de ir al Insurgentes.

Bajo de la estación del metrobús, cruzo la calle, e inmediatamente me veo rodeado de grupos de personas bastante diversos. Familias enteras que bajan de sus camionetas del año, parejas en plan amoroso, y grupos de amigos que se ponen de acuerdo para pedir unos tragos antes de que comience la función. Pero lo que más me llama la atención, es saberme en un lugar lleno de personas que van al teatro a divertirse y disfrutar de una tarde de domingo; como si ir al teatro en esta ciudad fuera una práctica tan común, como ir a hacer el súper o poner una serie en Netflix. Sin duda, una experiencia única. Pero bueno, dejo de distraerme con lo que me rodea. Escucho la segunda llamada; reviso que mi celular tenga el brillo al mínimo, sin sonido, y me dispongo a dejarme llevar por las siguientes dos horas y media.

CabaretAl apagarse las luces y levantarse el telón, el Emcee (Flavio Medina) nos da la bienvenida en diferentes idiomas: willkommen, bienvenue, bienvenidos. Como queriendo dar a entender que, no importa quién seas o de dónde vengas, todos son bienvenidos en el Cabaret. Y esa es precisamente la lógica en la que funciona este espacio liminal, escondido en las calles de Berlín en los años 30. El Cabaret ofrece un espacio libre de prejuicios y censuras, donde cualquiera puede ir a explorar sus más bajas pasiones y deseos. Y a su vez, el Cabaret ofrece un refugio para todas las personas que no tienen otro lugar a dónde ir.

Tal es el caso de nuestra protagonista, Sally Bowles (Itatí Cantoral), quien se presenta sobre el escenario como la flor más bella del lugar; pero quien, tras el telón, es una mujer que ha aprendido a no soñar en grande, y a no esperar nada de la vida, además de dolor y desilusión. Su carácter se enfrenta al de nuestro coprotagonista, Cliff Bradshaw (Gustavo Egelhaaf), un escritor optimista, pero en crisis, que ha llegado a Berlín en busca de inspiración para su siguiente novela, y quien encuentra en el Cabaret un lugar donde puede permitirse ser quien en verdad es. Por otro lado, conocemos la relación entre Fraülen Schneider (Gicela Sehedi) y Herr Schultz (Luis Miguel Lombana), una mujer propietaria de cuartos en alquiler que se enamora de un mercader de frutas judío. Las relaciones de estos personajes se desarrollan a la par de un suceso histórico crucial en la historia de la humanidad: la llegada del partido nazi al poder, años antes de la Segunda Guerra Mundial. Es en este contexto en el que vemos a los personajes cuestionarse acerca del valor de los sueños, y si vale la pena perseguirlos cuando se vive en un mundo en decadencia.

Cortesia: Cabaret

Para empezar, el elenco en general, y en especial el ensamble, hacen un trabajo excepcional. No solo vemos actores y actrices virtuosos – verdaderos triple threats – sino que además conforman un cuerpo actoral cohesivo y uniforme. Y si bien me cuestioné en algunos momentos la decisión de castear a una celebridad para el papel protagónico, debo reconocer que Itatí Cantoral cumple todas las expectativas en materia de canto y baile. El punto más débil para ambos protagonistas es quizás un asunto de tono actoral, y de interpretación. Sally y Cliff son probablemente dos de los personajes más complejos que existen en el teatro musical. Y me parece que la versión que vi de ambos personajes pudo haber tenido más sustancia, pues en momentos se quedan en un nivel emotivo muy superficial. De cualquier manera, esto no impide que la historia se cuente como debe, o que el resto del ensamble genere un efecto emotivo en el público.

Ahora, si nos ponemos técnicos, Cabaret es una experiencia teatral brillante. El diseño de espacio permite contar la historia con grandilocuencia, y a la vez con mucha intimidad. Y si algo le aplaudo enormemente al director, Mauricio García Lozano, es su habilidad para crear transiciones. Cabaret funciona porque crea un ambiente de complicidad. Inserta golpes de cruda realidad, pero aligerados en una sinfonía de color y sonido. A través de los grandes números musicales, proporciona una dosis de euforia que te lleva como espectador a sentirte cómodo en tu butaca; y por lo mismo, a permitir que se abran discusiones sobre temas sensibles, como el antisemitismo, la discriminación y la indiferencia del pueblo hacia una tragedia inminente. Cabaret permite al público ver un hecho tan crudo como la llegada del partido nazi al poder, desde un lugar seguro y sin necesidad de transgredir o disgustar a la audiencia.

Cortesia: Cabaret

Pero es eso precisamente lo que vuelve a Cabaret un musical extremadamente valioso, y sobre todo vigente. Vemos en escena a personajes que viven acostumbrados en una realidad que para alguien extraño podría resultar perturbadora. ¿Cómo alguien podría seguir con su vida tranquilamente, sabiendo que un amigo o conocido es perseguido por su raza, género, credo u orientación sexual? ¿En verdad es posible olvidarnos de nuestros problemas tan solo con entrar a un lugar como el Cabaret? Y en todo caso, ¿qué nos hace pensar que esos problemas no podrán alcanzarnos, incluso ahí, donde nos sentimos más seguros?

Cabaret es exitosa en ambos niveles. Proporciona entretenimiento de calidad, liberando el estrés de quien la ve, al menos por dos horas y media. Pero también nos pone en crisis como público y nos lleva a plantearnos preguntas incómodas, aunque no termine por darnos las respuestas. En mi opinión, ese es el tipo de teatro más valioso: el que entiende que ambas cosas, arte y entretenimiento, no son excluyentes.

¿Vamos al teatro para escapar de nuestros problemas cotidianos? ¿Para olvidarlos? ¿Qué tan a salvo nos sentimos en el espectáculo? Montar este musical, precisamente en el Insurgentes, es quizás una de las mejores decisiones que tomó esta producción. Porque al Insurgentes, todos vamos a pasarla bien; a disfrutar de un show que, sabemos, nos dejará satisfechos. Así es, dentro del Cabaret no hay problemas. Y en el Cabaret todos son bienvenidos; al menos, hasta que no lo son.
¡No te lo puedes perder, funciones: Jueves y Viernes 20:30 horas, Sábado 19:00 horas y Domingo 17:30 horas.!

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