Prima Facie: la destrucción de la palabra

Por: Jorge Rodríguez

El juego de la ley tiene una regla básica: jamás creer que se está diciendo la verdad. “Inocente hasta probar lo contrario”, se dice. Probar lo contrario. El sistema judicial funciona mediante la destrucción del argumento opuesto, utilizando los medios que sean necesarios. Y en el imaginario colectivo existe un sinfín de ejemplos sobre este juego retórico; desde Suits o Better Call Saul, hasta How to Get Away with Murder y Legally Blonde. La abogada australiana convertida en dramaturga, Suzie Miller, entiende perfectamente las reglas de este juego. Y es a partir de ellas que construye esta historia, que debe ser uno de los textos más poderosos que han pisado la escena mexicana contemporánea.

Tessa es una abogada litigante en la cúspide del éxito; una mujer proveniente desde abajo, que ha luchado con garras y dientes para abrirse paso en el mundo patriarcal del derecho. A lo largo de su carrera ha llevado – y ganado – infinidad de casos; muchos, sobre violencia sexual. Solo que hay un detalle: ha construido su carrera como abogada defensora; es decir, representando a los acusados. Ella es experta en desbaratar la denuncia de las víctimas; en encontrar los pequeños hilos sueltos, para poner en duda la palabra de quien denuncia. Y Tessa no actúa de mala fe. Ella solo hace su trabajo; solo juega el juego de la ley. Pero cuando se topa con un caso desgarrador – uno en el que jamás deseó involucrarse – su propia profesión la llevará a los límites de la moral y de la empatía humana. Y entonces, se enfrentará a la pregunta más importante de su vida: ¿qué pasa cuando la ley no puede garantizar la justicia?

Por: ProsperoMx

Esta historia es llevada a escena con la pericia y enorme sensibilidad de Camila Brett, quien se ha convertido ya en una de mis directoras favoritas. No solo se nota su profundo entendimiento del texto y su pasión por los temas que la obra aborda. Sino que, además, se rodea de un equipo de creativos que la dotan de los mejores recursos en materia de lenguaje escénico; permitiéndole dar vida a un montaje que sorprende, cautiva y conmueve en sobremanera. La escenografía de Emilio Zurita, el vestuario de Estela Fagoaga y el diseño de video de Miriam Romero se unen para envolvernos en un ambiente íntimo y de gran confidencialidad. Permiten a Tessa hablarnos con franqueza – como quien cuenta un secreto a un amigo cercano – pero al mismo tiempo la sumergen en el protocolo riguroso del mundo legal; casi asfixiándola. También merecen especial mención los acentos sonoros – trabajo de Miguel Tercero – que acompañan a la iluminación de Zurita, y que se vuelven claves en el ritmo del montaje. Desde la primera vez que la luz se intensifica y resuena la música, sabemos que estamos presenciando algo verdaderamente especial.

En cuanto a Regina Blandón, poco hay que decir que no se haya dicho antes: ella es un auténtico caballo de carreras. Una actriz pura sangre, con una fuerza brutal desde el primer momento que pisa el escenario. Además de su construcción meticulosa de carácter, Regina Blandón sigue una partitura escénica en extremo puntual y estudiada; como lo haría una bailarina de danza clásica. En particular, la escena del vestido rojo – de la cual no daré detalles – es increíblemente demoledora. Y más adelante en la historia, su directora – maestra del lenguaje escénico – toma la brillante decisión de situarla frente a una cámara; ahí, donde Regina se encuentra en su elemento. La vemos dar uno de los testimonios más crudos y difíciles, desde un lugar de absoluta honestidad, y con unos ojos que revelan total miedo y desconcierto. Una atleta emotiva de alto rendimiento, sin duda alguna.

Sólo tengo un comentario que hacer sobre algo que, en mi opinión, es un desacierto. La obra no necesita de un intermedio, y mucho menos de esa pausa que se hace en este montaje; que no termina de ser un intermedio, pero que igual da pie a que el público se desconecte de la historia. Me parece que la tensión que Regina hábilmente construye durante la primera mitad de la obra, se suelta en el momento en que ella sale de escena. Y aunque entiendo que el texto ya plantea esta división clara entre el primer y el segundo acto; quizás una transición más natural permitiría que la tensión y el interés del público se mantenga, sin impedir a la actriz recuperarse para el intenso trabajo que aún le espera en la segunda mitad.

Dicho esto, Prima Facie no podría llegar en un mejor momento a la cartelera mexicana. Esta obra nos enfrenta a la incompetencia del sistema judicial en la defensa de la mujer, en materia de violencia sexual. Nos hace reflexionar sobre el difícil rol que juegan los representantes legales; prestando voz a quien denuncia, pero a su vez quitándosela a quien busca justicia. Esta obra pone en la mira la responsabilidad que conlleva el acto de develar la verdad. Y, sobre todo, hace una afirmación cruda y desgarradora, pero no por ello menos cercana a la realidad: el sistema jamás será capaz de otorgar verdadera justicia a las víctimas; en tanto que su funcionamiento recae en la destrucción de la palabra. En poner en duda el pedido de auxilio de una persona que ha sido profundamente herida, con el afán de descubrir una verdad legal.

Hablar sobre violencia sexual, precisamente cuando se acerca el 8 de Marzo, podría resultar controversial para algunas personas. Pero al mismo, es quizás el mejor momento para tener la discusión que esta obra está planteando. Porque, a mí parecer, nada de controversial debería tener el salvaguardar la integridad física, mental y emocional de nadie. No pretendo afirmar que Prima Facie es una obra feminista. Lo que sí puedo afirmar, es que es una obra hecha por mujeres, acerca de la experiencia femenina – presente en todos los ámbitos y estratos de la sociedad.

Pero entonces, si la ley es incapaz de resolver el problema de la violencia sexual, ¿existe en verdad una forma de resolverlo? Bueno, para esta obra, su autora, y el equipo talentoso que decidió traerla a nuestro país, quizás sí.

La ley funciona a través del cuestionamiento de la palabra. Y por lo tanto, es en la palabra misma donde está quizás la verdadera solución. El acto de hablar, de discutir, de denunciar lo que ocurre, y de no voltear la mirada ante un hecho tan claro como la violencia de género; ya conlleva en sí mismo un poder. Y aunque la mera discusión no nos otorgue la respuesta a estos problemas, sí nos encamina en la búsqueda de una solución. Prima Facie nos pide urgentemente que, como sociedad, comencemos la búsqueda. Que nos atrevamos a seguir dialogando sobre el machismo, la desigualdad, la misoginia y la violencia sistemática; no a través de juicios, sino de vínculos emocionales y redes de apoyo. Que reconozcamos el poder de la palabra, y lo usemos a nuestro favor. Y que, en memoria de las palabras que han sido silenciadas, busquemos – no la verdad legal – sino la verdad humana.

Prima Facie se presenta de viernes a domingo en el Teatro Milán. Funciones hasta el 20 de abril. Boletos disponibles en taquilla y en Ticketmaster.

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