Cabeza Rota: el tiempo que se nos escapa a cuentagotas

Por: Jorge Rodríguez

Recuerdo cuando tenía 8 o 9 años, y cada que salía de vacaciones, le pedía a mi mamá que me llevara al zoológico. Yo iba siempre con esa inocencia infantil, emocionado por ver de cerca a los animales que sólo podía conocer a través de libros o documentales de naturaleza. De niños, vamos al zoológico pensando que es la experiencia más maravillosa del mundo. No conocemos el maltrato que algunos animales pueden sufrir en cautiverio, ni los oscuros secretos que esconden estos supuestos santuarios de la vida silvestre. Vemos simplemente a los zoológicos como un lugar de descubrimiento, de emoción y de asombro.

Es a partir de esta imagen que Zezé Figueroa Ramos nos presenta su unipersonal, Cabeza Rota. En él, nos cuenta la historia de un niño que vive en una rutina del deseo. Sueña todos los días con lo inalcanzable; siendo su visita habitual al zoológico lo único que le otorga un poco de emoción a su existencia. Un día, se enamora y aprende a atesorar la naturaleza cíclica de las relaciones; donde todo acaba, pero todo final significa también un nuevo comienzo. Finalmente, el joven se enfrenta a una noticia que lo cambia todo, y que lo lleva a cuestionar si la rutina en verdad vale la pena, o si es simplemente una pérdida de tiempo.

Cabeza rota
Por: Baloo Golsdsmith

Empecemos por lo que, a mí parecer, es la principal debilidad del montaje: la narraturgia. Es decir, cuando el personaje nos cuenta las cosas que le pasan, en vez de verlas ocurrir en escena. Uno de los riesgos más grandes de este género es precisamente que la falta de acción escénica puede aburrir o distraer al espectador. Y en este caso, me parece que el texto está justo en ese límite: se atreve a contar la historia desde la narraturgia, arriesgándose a volverse lenta y perder su hilo conductor. Dicho esto, me parece que es el mismo Zezé – autor, director e intérprete de la obra – quien logra inclinar la balanza de forma positiva.

Creada a partir de la experiencia personal, Cabeza Rota es un trabajo impresionante de lo que yo me atrevería a llamar “curaduría escénica”. El actor elige meticulosamente – como lo haría un director de orquesta – el órden y la forma de contarnos su vida; guiándonos a través de un estudio de su propio carácter. Vemos su pasado, sus sueños, sus miedos, e incluso su posible final. De esta manera, la obra transita hábilmente desde la sobriedad más fría – en una escena que se vuelve casi una ponencia médica – hasta la fantasía más extraordinaria. Zezé logra trasladarnos a un aeropuerto lleno de animales salvajes, al mismo tiempo que nos impacta y conmueve con un giro crudo y desgarrador. Y hacia el final de la obra, nos comparte un monólogo brillante acerca de la necedad humana, que busca conexión incluso ante la tragedia más inminente. Es así, en un tono casi burlón, que se nos pregunta: ¿en verdad vale la pena buscar la felicidad, incluso cuando sabemos que el tiempo se nos está acabando?

Por: Pablo-Federico

Zezé opina que sí. Y después de ver Cabeza Rota, creo que yo también. La belleza de este texto – que se convirtió ya en uno de mis favoritos – recae en su capacidad de devolvernos como público a esa inocencia infantil; esa habilidad de soñar y dejarse asombrar por el mundo, sin tomar en cuenta los golpes que la vida nos irá dando. Nos recuerda que, aún como adultos, podemos encontrar esos pequeños momentos de absoluta plenitud; ya sea a través de una pasión, de un sueño, o incluso de un vínculo con otra persona. Porque siempre vendrán los días malos, y probablemente encontremos un obstáculo que sea imposible de esquivar. Pero no por eso la vida deja de tener sentido. Esta obra nos recuerda que hasta los más grandes imperios pueden caer en una sola noche, y que una cama puede ser lo suficientemente importante para considerarse un país entero. Cabeza Rota nos invita a atesorar el presente. Y nos recuerda que, aún cuando la vida se nos escapa por a cuentagotas, siempre habrá tiempo para ir al zoológico.
cabeza rotaLa obra se presenta los miércoles y jueves a las 20h en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico; funciones hasta el 6 de marzo.

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