Por: Jorge Rodríguez
Comienzo a escribir estas palabras desde un lugar muy distinto al que creí hacerlo hace un par de semanas. Tuve la oportunidad de asistir a ver este nuevo musical durante su primer fin de semana, y después me tocó ver la ola masiva de comentarios que surgieron alrededor de este montaje; una vez que se mediatizó después de su función de prensa. La recepción ha variado; desde la crítica más informada y profunda, hasta el hate más crudo y poco sustentado. Así que quise venir y asentar mis pensamientos respecto a la nueva producción de Ícaro Teatro; no precisamente con la intención de defender el montaje, sino de comparar mi mirada – ojalá, objetiva – con todos esos comentarios que, si bien han surgido desde un lugar de odio irracional, quizás escondan cierta verdad en sus palabras mordaces.
Dentro del Bosque, o Into the Woods – con música y letras de Stephen Sondheim y libro de James Lapine – es quizás uno de los musicales más complejos que existen en cuanto a estructura y composición. Nos cuenta la historia de dos panaderos, marido y mujer, cuyo mayor anhelo en el mundo es tener un hijo. Estando bajo la maldición de una bruja, ellos deben ayudarle a recuperar un conjunto de objetos mágicos para que ella les conceda su deseo. Así, la historia de nuestros protagonistas se entrelaza con la de los personajes de algunos de los cuentos de hadas más famosos, como Caperucita y el Lobo, Jack (de las habichuelas mágicas), Cenicienta y Rapunzel, por mencionar algunos. Todos deberán adentrarse en el bosque oscuro para poder cumplir el deseo de su corazón. Pero una vez que esos deseos se cumplan, deberán también pagar el precio. Este es un musical que nos habla sobre las decisiones que tomamos como seres humanos falibles, sobre las consecuencias, y sobre la madurez que requiere hacerse responsable de tus propios actos.
Comencemos por lo evidente. Ícaro Teatro se ha construido una reputación que le precede; particularmente acerca del virtuosismo de sus actores y de su maestría para contar historias con sustancia y corazón. Y este montaje no es distinto a los anteriores en ese sentido. Cada persona que vemos sobre el escenario es inmesamente talentosa, y explota ese talento de forma avasallante.
Yo quisiera destacar en especial el trabajo de Jimena Parés y de Luisa Cortés, quienes además de voces prodigiosas, nos regalan a una panadera y una Cenicienta con muchísimas capas. La primera, encarnando a una mujer muy anclada a la realidad, que contrasta con el entorno fantástico que la rodea; la segunda, construyendo de forma preciosa el arco del personaje de Cenicienta, que pasa de la añoranza casi infantil a la desilusión, y después al empoderamiento. Juntas fungen como dos pilares de esta ficción y se sienten como fuerzas magnéticas hacia las que el espectador gravita; ya sea por su melodioso canto, su timing cómico o por su honesta emotividad. A su lado brillan las hermanastras y los príncipes, interpretados de forma simultánea por Andrés Elvira y José Grillet, quienes son quizás los elementos mejor aprovechados del elenco, y son el corazón cómico de este montaje. La Caperucita que yo vi – interpretada por Gaby Castillejos – es coraje y vigor puro, pero también transita hacia una tierna vulnerabilidad que sorprende. Finalmente, Flor Benítez se mantiene igual de explosiva y cautivadora que en todos los papeles que le visto; aunque me parece que aquí, el trabajo de corporalidad de su personaje termina mermando su dicción, y la emoción que logra transmitir con su voz, por más potente que esta sea.
En general, me parece que el resto de integrantes del elenco poseen voces prodigiosas, y que todos tienen su momento de brillar. Sin embargo, les noto a veces en un tono distinto al de las personas que ya he mencionado – algunos cayendo meramente en lo fársico – y esto termina por generar un ensamble poco cohesivo, que canta con mucha emoción, pero no termina de transmitirla. Esto claramente tiene más que ver con la dirección del montaje y su entendimiento profundo del texto, que es hacia donde me dirijo.
Pero antes de entrarle de lleno a eso, me gustaría apuntar que el trabajo de traducción que hizo Miguel Septién para este montaje es admirable. Capturar la esencia de las letras de Sondheim, respetando siempre la métrica y la melodía de las canciones, es sin duda una tarea de proporciones gigantescas – pun intended – y me atrevo a afirmar que pocos habrian salido así de victoriosos. Es verdad que hay algunos elementos o detalles de la traducción que no terminan de ser perfectos, como es el caso del I wish; y que siendo uno de los temas melódicos centrales del musical, sería crucial que se tradujese “a la perfección”. Sin embargo, sugiero que esto resulta evidente solo para quienes tenemos nociones previas del musical y sus canciones. Siendo realistas, hay que reconocer que la traducción está bastante cerca de esa perfección; sin duda permite que la historia y el discurso se transmitan, aún si algunos subtextos se pierden.
Ahora sí, ¿qué es lo que yo cuestiono de Dentro del Bosque? Bueno, mi principal problema con este montaje es su concepto de dirección. Y es que entiendo perfecto hacia dónde nos quiere llevar Miguel, pero no me queda muy claro desde donde viene. Ahora me explico.
El director y su diseñador de escenografía e iluminación, Félix Arroyo, nos sitúan en una cabaña – que a mí me remitió más a un ático – donde un grupo de personas se reúnen para contar una historia. Ese grupo de personas son los actores, quienes toman ropa y objetos que encuentran en este espacio para construir a los personajes de la obra. Pero también, ese grupo de personas somos nosotros: el público. Miguel Septién busca explotar la imaginación de su audiencia para expandir esa cabaña de madera y convertirla en un bosque encantado de proporciones desconocidas; tal como ocurre cuando somos niños y nuestros padres nos leen un cuento para dormir. Aquí, poco hacen falta los árboles altos o el majestuoso castillo; esta compañía nos deja claro que es posible hablar de esos temas profundos de los que habla Into the Woods sin necesidad de parafernalia. Nos demuestran que la esencia siempre está en las historias, y los seres humanos que las habitan. Y, por lo tanto, ese ático aparentemente vacío es en realidad un lugar precioso para comenzar a contar cualquier historia. Pero ese es mi problema; que este concepto, por más bello que sea, podría en realidad adaptarse a CUALQUIER historia.
Para mí, la propuesta no parece surgir a partir del trabajo con el texto. Más bien, se siente casi como una necedad de mantener un estilo estético para Ícaro, tomando prestadas convenciones y recursos de sus anteriores montajes. Y no me malentiendan, a mí me ha encantado todo lo que he visto de esta compañía: desde Urinetown y The Pillowman, hasta Sweeney Todd y ZM. Pero en este caso, pareciera que tomaron el musical y lo hicieron entrar a la fuerza en esa caja con la que querían seguir jugando, en vez de concebir un concepto nuevo, específicamente diseñado para contar esta historia. Y no, no me parece que Into the Woods tenga que ser siempre de cierta forma. Pero sí creo que la forma debería existir en función del fondo.
Ahora, existen algunas propuestas en este montaje que sí me parecen sumamente ingeniosas – claramente producidas por la mente brillante de este director – como es el caso del Lobo; interpretado por cuatro hombres de esta compañía de forma simultánea, potenciando así el símbolo de depredación y violencia sexual que este personaje ya significa. Otro claro ejemplo que ya mencioné antes es el uso de dos actores para interpretar a los príncipes y las hermanastras; lo cual genera un paralelismo interesante entre ambas duplas, además de potenciar su carácter cómico.
Sin embargo, el minimalismo y la sobriedad de este montaje definitivamente rompe con la estética que usualmente asociamos a los cuentos de hadas. Y entonces, si la idea es entrarle a este mundo de fantasía desde otro lugar, ¿por qué no entrarle de lleno y convertir este Dentro del Bosque, por ejemplo, en algo mucho más oscuro y decadente? En especial cuando el texto original ya plantea esos aspectos en un segundo plano. Aunque me duele decirlo, pareciera que este equipo optó por enfocarse en el formato de su montaje en vez de detenerse a re-pensar el texto y sus elementos temáticos, para construir a partir de ahí. Y es particularmente doloroso porque yo he visto de lo es capaz este equipo cuando se trata de analizar un texto y llevarlo a la escena. En síntesis, mucho del lenguaje escénico empleado en este musical parece existir solo en pro de seguir agotando los recursos del drama minimalista; más por mero ejercicio que por verdadero acto de creación.
Y es que Ícaro y Miguel no necesitan seguir persiguiendo esa identidad estética, ni casarse con esos recursos gimick, para ser reconocidos como un estándar de calidad. Al contrario, su estándar de calidad es y será siempre el perfecto entendimiento de los textos que montan, y el rigor, el compromiso y la entrega de su elenco y creativos para contar una historia desde la absoluta honestidad. Si algo, su Dentro del Bosque se siente como un punto de inflexión, donde muchos de sus recursos y su investigación escénica terminaron de agotarse. Pero más que condenar su creación, yo siento que este montaje será el catalizador de algo que los llevará mucho más alto, mucho más lejos.
Miguel Septién e Ícaro Teatro apuntaron alto. Como el epítome de la poética que han construido a lo largo de los años – desde que Urinetown llegó a la Ciudad de México en 2017 – su Dentro del Bosque se consuma como un montaje donde se le pide al público convertirse en un elemento activo de la ficción. Nos invita a ser parte de un juego en el que nos unimos como comunidad para contar historias. Y en mi opinión, su único error fue enfocarse más en el formato que en la historia misma; que es precisamente lo que está ocasionando que muchos opten por no entrarle al juego. Sin embargo, afirmo con certeza que este es musical maravillosamente realizado, con una producción meticulosa y un elenco apasionado, en el que aún es posible encontrar cosas muy valiosas.
Mi afán es que todas las personas le den una oportunidad a este montaje, no como el escape hacia la fantasía que muchos esperamos, sino como un viaje introspectivo mucho más abstracto, para encontrar un reflejo de nuestra naturaleza humana. Para reconocer que a veces los sueños cambian, se transforman; y para recordarnos que en esta vida – en este bosque oscuro y desolado – nunca estamos solos.
Dentro del Bosque se presenta de viernes a domingo en el Teatro Milán. Funciones hasta el 27 de julio. Boletos disponibles en taquilla y en Ticketmaster.