Destello: la luz que no ilumina, sino enceguece

Por: Jorge Rodríguez

Quiero comenzar haciendo una nota aparte, que poco tiene que ver con mi opinión o mi lectura de la puesta en escena: me parece muy valioso analizar las decisiones que esta producción tomó para el marketing de su obra, particularmente en materia de diseño gráfico e identidad visual. Yo no soy diseñador, ni pretendo tener conocimientos sobre publicidad. Pero sí me parece interesante que la obra se venda – al menos visualmente – como un thriller carnal y pasional (donde se muestra mucha piel), cuando la historia que nos cuentan es más bien un drama emotivo, incluso solemne, y que en momentos toca temas bastante sensibles. Vaya, sus funciones agotadas demuestran que quien tomó la decisión de vender así esta obra fue un genio. Yo únicamente apunto – con fines meramente reflexivos – que, muchas veces, la esencia de un montaje no es la que se mira en la marquesina.

Pero bueno, entremos en materia. Esta es la historia de Julio y Carlos; dos hombres que se conocen a través de la famosa aplicación amarilla, se enamoran, y terminan viviendo juntos. Tienen carreras exitosas, amistades duraderas, y una vida sexual plena. A simple vista, parecería que esta es una historia de amor como muchas otras. Sin embargo, poco a poco comenzamos a adentrarnos en la mente y en los recuerdos de Julio, hasta enfrentarnos cara a cara con el suceso que cambiará el destino de su relación. Entre momentos intermitentes de lucidez, Destello es una obra que nos habla sobre las heridas, y sobre cómo el amor puede prevalecer a pesar del dolor y de la pérdida.

Por: CUARTOSCURO/Edgar Negrete Lira

El texto del dramaturgo inglés, Michael Batten, es un caso interesante, en tanto que tiene todos los ingredientes para convertirse en un gran éxito, pero también en un posible rotundo fracaso. Me permito elaborar. Al principio, la estructura no lineal se siente como un mero gimmick para enaltecer lo que comienza como una historia simple y poco innovadora, incluso anticuada. Pero es hasta que ocurre el gran plot twist (que no pretendo revelar) que entendemos la verdadera intención de contar esta historia. Y, por lo tanto, es de ese giro dramático del cual depende que toda la obra funcione.

Esto es arriesgado, pues si el giro de tuerca no se plantea de la manera correcta, existe un gran riesgo de que el público se sienta perdido, y su interés por lo que está viendo, le siga. Lamentablemente, eso es justo lo que sucede con este montaje. La dirección de Sebastián Sánchez Amunátegui parece haber entendido la historia desde su arista más trágica, y permea a toda la obra de esa naturaleza explosiva. En cuestión de tono, la obra se convierte en un melodramón, con emociones engrandecidas que rayan incluso en lo exagerado. De igual forma, los recursos que el director utiliza para generar transiciones, como lo son el diseño sonoro y de iluminación, solamente abonan a esa exaltación del carácter calamitoso de la historia. Y entonces, la pequeña gota emotiva que el dramaturgo plantea, capaz de erosionar poco a poco la sensibilidad del espectador; termina por convertirse en una ola enorme, que lo ahoga en abrupta emoción, pero que no le permite digerirla.

En papel, el texto parece encaminarnos a recorrer la vida de Julio y Carlos desde el desconocimiento, avanzando lentamente hacia la certeza. No nos explica que nos encontramos ante una crisis, sino que nos sitúa en un entorno de aparente tranquilidad, donde no sabemos que algo malo va a ocurrir hasta que nos golpea en la frente. Al colocarnos dentro de la mente de Julio - quien poco comprende lo que le sucede – lo natural sería que el espectador vaya descubriendo, al igual que el personaje, el verdadero conflicto en la historia. Sin embargo, la propuesta de dirección termina por dejar de lado el avance progresivo de la trama, y se centra más bien en el estruendoso desenlace.

Esto, por supuesto, permea las actuaciones de Pablo Perroni y Alejandro Oliva; que, si bien funcionan y tienen buena química en escena, debo decir que terminan opacándose mutuamente. Pablo, desde un muy bien entendimiento de la dramaturgia, construye a Julio a partir de la intimidad y la incertidumbre de una mente en duelo. Sin embargo, esto contrasta con la energía vibrante de Alejandro, quien lleva a su Carlos al extremo de la emoción explosiva. Por supuesto, esto hace que los actores compitan entre sí; Alejandro termina por verse exagerado y gritón frente a la emoción contenida de Pablo; y a su vez, Pablo abandona poco a poco esa emoción contenida para igualar en energía a su compañero. Al final, tenemos dos polos opuestos que se repelen en vez de atraerse, y que solamente generan confusión en el espectador, haciendo que el plot twist final se sienta poco orgánico.

Ahora bien, a pesar de todo lo anterior, debo decir que la obra juega con la imagen simbólica de la luz de una forma que genuinamente me cautivó. La luz, no solamente entendida como el alcance de la verdad absoluta – del entendimiento y la explicación de los hechos de la historia – sino también como la representación de la vida, especialmente de la vida en amor. Cuando vivimos amando, ese amor se convierte en una luz eterna, que ni el desenlace más trágico puede apagar. Y aún si la luz de nuestra mente – la memoria – comienza a apagarse, el amor puede ser siempre nuestro faro de vuelta a la realidad. En verdad este es un texto precioso, y el que Pablo Perroni haya querido traerlo a la cartelera mexicana es un enorme acierto. Mi problema es que, aunque el texto en el fondo es brillante, la dirección no permite verlo.

Destello es una obra que pretende guiar a su público desde la incierta oscuridad hacia una luz cálida, esclarecedora y reconfortante. Sin embargo, este montaje comienza deslumbrando con gritos y llantos al espectador; dejándolo lampareado y ciego ante el peso emotivo que esta historia carga. Aquí, donde la intensidad de la luz tendría que ir creciendo hasta llegar al clímax, nos vemos bañados en todo momento por una luz fría, artificial y que no deja lugar para los claroscuros. Y entonces, cuando todo es perfectamente visible y no hay sombras, nada en particular destaca. Nada brilla.

Destello se presenta en el Foro Lucerna. Todos los jueves hasta el 29 de mayo; viernes, sábados y domingos, del 30 de mayo al 22 de junio. Boletos disponibles en taquilla y en Ticketmaster.

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