Por: Jorge Rodríguez
Si hay algo que disfruto enormemente, es ver teatro bien hecho. No hace falta que todas las obras nos cambien la vida; eso sería algo difícil. Pero cuando vemos buen teatro, deseamos regresar a él. Y creo que eso es precisamente lo que me pasó con esta obra.
Llegué al Helénico sabiendo que existía la historia del Hombre Elefante; o al menos en mi cabeza, sabía que en algún lado había visto el título. Y efectivamente, es una película de 1980 dirigida por el mismísimo David Lynch, la cuál evidentemente no he visto. Pero de alguna manera esto fue beneficioso, pues pude vivir la experiencia sin ningún punto de comparación anterior.

Joseph Merrick vive alienado de la sociedad a causa de una enfermedad congénita que le provoca malformaciones corporales. Después de ser descubierto por un médico en la exhibición de “fenómenos” de un circo itinerante, es trasladado a un hospital de la gran ciudad, donde su caso es presentado ante las grandes élites. Es a través de su gran corazón que el Hombre Elefante logra dejar atrás su trágico pasado y descubre su lugar en el mundo. Esta versión es escrita por el dramaturgo francés Antoine Chalard, quien además dirigió el montaje y forma parte del elenco. Es una obra que nos habla del sentido de pertenencia, y de la belleza humana más allá de la apariencia física.
Primero que nada, la obra es hermosa visualmente. Utiliza técnicas del teatro de sombras, combinadas con impactantes efectos lumínicos, para crear una atmósfera que se acerca más a un cuento de hadas que a un drama inspirado en hechos reales. Desde el comienzo, vemos al elenco interactuar detrás de un telón que tiñe el escenario con un filtro grisáceo y onírico, como si se tratara de una película antigua. Y hay en particular una escena de persecución (de la cuál no daré mas detalles) donde el manejo de la luz me erizó literalmente la piel. El efecto de doble silueta que logran con tan solo una gaza y un par de reflectores, es sin duda uno de los momentos de iluminación más bellos que he visto en teatro.

En cuanto al elenco, todos hacen un muy buen trabajo. Pero sería imposible contar esta historia sin un actor que tenga las habilidades de transmitir emoción como lo hace Florent Malburet, quien interpreta a Joseph Merrick. Es decir, ¿pasar toda la obra con el rostro cubierto y aún así ser capaz de ganarse el corazón del público? En verdad es digno de admirarse. Al mismo tiempo, el diseño de la máscara de Galina Molotov contrasta de manera visual con la interpretación vocal de Malburet, formando en conjunto un total acierto para el montaje.
Ahora bien, debo decir que El Hombre Elefante tampoco es una obra sumamente inventiva. De hecho, me parece que su estructura dramática y su estética visual son bastante sencillas. Pero ojo, sencillo no significa automáticamente simple. Existe un gran riesgo en contar una historia en el formato tradicional, de inicio, desarrollo y fin. Especialmente en la actualidad, donde el público está expuesto a una diversidad inmensa de formatos y medios de entretenimiento. Hoy en día, el cómo se cuenta una historia suele ser incluso más importante que la historia misma. Y si algo hay que aplaudirle a este montaje es su capacidad de recurrir a los trucos más viejos del teatro, y emplearlos de manera efectiva para emocionar al espectador. El Hombre Elefante explota ingeniosamente dos de los factores que hacen a las artes escénicas algo único: genera asombro a través de la experiencia sensorial, y se enfoca en la emoción humana. Quizás suena complejo puesto en palabras; pero cuando escuchas y sientes la reacción de un teatro lleno, conmovido por lo que sucede sobre el escenario, todo toma sentido. Esa es la verdadera magia del teatro, irrepetible en cualquier otro formato.
El Hombre Elefante es ese tipo teatro entrañable; sencillo, contundente y atemporal, que sigue y seguirá transformando al público. No, no es mi obra favorita en la vida; tampoco mi favorita del año. Pero seguro dejará a quien la vea con ganas de ver más teatro. Y si logramos que una sola persona desee volver a la butaca, en busca de una nueva historia; creo que entonces sí se están cambiando vidas.
El Hombre Elefante se presenta los fines de semana hasta el 2 de marzo; viernes, sábados y domingos, en el Teatro Helénico. Boletos disponibles en taquilla.